Thursday, January 12, 2006

La Relación de Pareja con un Miembro con Síndrome de Déficit de Atención e Impulsividad, ya sea con o sin Hiperactividad (*)(1ª PARTE)
Por Estrella Joselevich Terapeuta Familiar Sistémica (** )

Fragmento

Es abundante la literatura y los materiales que se vienen difundiendo sobre el Síndrome de Déficit de Atención e Impulsividad, ya sea con o sin Hiperactividad 1 en niños, algunos de ellos de excelente calidad científica, clínica y de gran valor pedagógico, y son muchos menos aquellos que se refieren a adultos. Que el A.D./H.D. continúa más allá de la adolescencia en una enorme proporción de personas (mayor del 50%) está hoy estudiado, incidiendo en el día a día y las áreas de relaciones personales, de desempeño laboral y manejo económico serían buenos ejemplos de ello.
Lo común es que el perfil sintomático en las personas adultos sea más complejo, y precisamente, por tratarse de adultos, se observan facetas múltiples y consecuencias secundarias acumuladas en poderosos entramados dinámicos. Esto les trae aparejada una serie de dificultades para realizar ciertas actividades importantes en sus vidas, tales como el trabajo, incidiendo también sobre sus relaciones personales y su afectividad. Esta presentación se estará refiriendo en particular a situaciones frecuentes en los vínculos de pareja, con lo cual circunscribimos la temática a considerar .
Quien sufre el A.D./H.D. padece debilidades relativas a la autorregulación, las que a través del desarrollo van acompañando un déficit de desempeño y de eficiencia para manejarse y autocontrolarse a voluntad. Conlleva limitaciones en la ejecución continuada de las actividades, en la realización sostenida de éstas.
Estamos considerando al ser humano en su unidad biopsicosocial y al trabajar con las personas con A.D./H.D., nos ubicamos en ese territorio de articulaciones complejas.
El A.D./H.D. es de base neurobiológica y en su evolución y despliegue intervienen activamente las características y fenómenos contextuales.
Así, la calidad de las interrelaciones, la forma de comunicación, las creencias, afectos y organización vincular van a ser fenómenos participativos indudables. Otros aspectos, como los socioeconómicos y los culturales serán también variables de peso, a considerar, en el interjuego de los distintos factores presentes en este cuadro diagnóstico. Y también, dinámicamente, las actitudes más típicas y los comportamientos, tales como la comunicación y las manifestaciones emocionales de estas personas influyen activamente en los demás, en su entorno relacional.
En esta construcción conjunta queremos dejar en claro que nuestra postura, apoyada en datos fuertes provenientes de la investigación muestra que la disfunción familiar, por ejemplo, no genera un A.D/H.D., aunque sí facilita ayudando a disparar con mayor frecuencia e intensidad, los síntomas. Estos son, característicamente, en el A.D./H.D., de aparición variable y en relación con circunstancias diversas internas o externas. El medio ambiente influye notoriamente, entonces en su evolución.
El consultante con AD/ HD y su desarrollo individual y familiar
. Hay adultos con A.D./H.D. que, con sus espontáneos modos de vivir, logran satisfacciones que "calzan" con sus circunstancias : al ser más independientes pueden buscar mayores horizontes y encontrar o desarrollar sus modalidades respetando sus intereses y su manera de ser, compensan de esta manera, los efectos de sus dificultades. Un contexto con ciertas estructuras de sostén, buenas estimulaciones y comunicación efectiva en intercambios respetuosos, son fundamentales. Una calidad de vida afectiva satisfactoria, en condiciones de seguridad y contacto emocional comprometido son otro aspecto esencial.
Cuando no es accesible una elección de vida más armónica con el estilo e interés propio, auténtico, el día a día suele teñirse más intensamente por los síntomas. Asimismo, los conflictos emocionales, las altas tensiones, el estrés y el cansancio suelen contribuir a la mayor frecuencia y severidad sintomática.
De los factores medio ambientales adversos, la pobreza marcada juega un papel preponderante en cuanto a la seriedad de las consecuencias secundarias de riesgo.
Los déficit crónicos en los comportamientos esenciales para una vida efectiva y consistente y la acumulación con consecuencias secundarias pueden abarcar desde una baja y permanentemente lastimada autoestima con frustración crónica y logros pobres, hasta la inhabilitación para completar la educación, en adecuados niveles de formación y capacitación, funcionamiento deficitario en los procesos cognitivos, mantener un trabajo, sostener una relación satisfactoria de pareja o acompañar bien el desarrollo de los hijos. Estas dificultades -o aun fracasos- llegan a horizonte graves con actitudes explosivas agresivas, accidentes pérdidas económicas importantes, promiscuidad o descuido en las relaciones sexuales, tendencias adictivas, serias desconexiones en la pareja, con eventuales problemáticas que se van articulando en cascada, en círculos viciosos que se autoperpetúan.

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